lunes, 1 de septiembre de 2008

El descubrimiento hecho poesía

Tierra de bendición clara y serena,
Tierra que pone fin a nuestra pena
Juan de Castellanos


Cuando los conquistadores salían de España hacia el Nuevo Mundo, la mayoría pensaba en aquellas tierras como simples productoras de preciados minerales, cuando arribaban a ellas pensaban que habían arribado a tierras salvajes, salvaje la selva, salvaje el indio, y había que luchar para conseguir la riqueza mineral, el fin único de tan largo viaje. Pero un día de 1539 arribó un joven de apena 17 años que llevaba por nombre Juan de Castellanos.

Cuando pisó tierra, después de meses en medio del mar, nunca imaginó que sería para quedarse hasta el fin de sus días, los cuales dedicó a la guerra, a la conquista, a la observación, a la reflexión y a la escritura. Todo al servicio de demostrar que las tierras recién descubiertas, las que hoy se llaman América, no eran simplemente fuente de riquezas, sino un lugar hermoso, habitado por gente distinta y, por lo tanto, interesante, además de cariñosa y amable.

Castellanos murió en 1607 siendo clérigo en la ciudad de Santiago de Tunja, Colombia, a los 85 años, algo extraño en aquellos tiempos de peste y viruela. El mundo lo olvidó. Como igualmente fueron olvidados los cuatro tomos que contenían los 113.600 versos endecasílabos agrupados en octavas reales con rima que llevan por nombre Elegías de varones ilustres de Indias, el poema más largo en lengua castellana.

Cuatro siglos más tarde el poeta colombiano William Ospina descubrió al personaje y su obra. Primero logró leer algunos pasajes del inmenso poema. Con aquello fue suficiente para enamorarse de la obra de Castellanos e incluso del mismo clérigo poeta, pues había descubierto, por fin, a un conquistador que miró a América con otros ojos. A la selva salvaje la vio como milagro de la naturaleza, a los indios guerreros a los que combatió les admiró su bravura y comprendió el porqué de la misma al ver cómo el mundo en el que vivían se hundía en medio de la codicia del conquistador español.

Ospina, intrigado por conocer completa la obra de Castellanos viajó a Madrid en busca de los poemas originales archivados en la Biblioteca Nacional de España. En una charla ofrecida en Barcelona, aseguró que por “desgracia los había encontrado intactos”. Dedicó varios años a la lectura, al estudio y el análisis de los poemas de Castellanos. Fue así como nació Las auroras de sangre, libro dedicado a presentar a Juan de Castellanos, a analizar su obra y a disfrutar de su poesía.

Lo más interesante desde el punto de vista literario es la utilización de una herramienta tan difícil como son las octavas reales para contar la historia de la conquista de los territorios que hoy ocupan Venezuela y Colombia. Además destaca por ser uno de los primeros escritores nacidos en la península Ibérica que utiliza sin ningún reparo las nuevas palabras que el continente descubierto aportó al español. Ospina asegura que este detalle lo convierte en un texto más rico y honesto. Incluso el autor llega a compararlo a favor sobre La araucana de Alonso de Ercilla, por considerarla más una obra para la corte que para el público en general.

Y por supuesto no podemos dejar de mencionar la prosa de William Ospina, quien nos sumerge en el mundo de Juan de Castellanos. Nos lleva de la mano entre los escenarios que pisó el conquistador, desde su Alanís natal hasta Santiago de Tunja, donde el antiguo conquistador reconvertido en clérigo dedicaba sus días y sus noches a escribir sus memorias en octavas reales hasta que la aurora de sangre le anunciaba un nuevo día.

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Gabriel García Márquez dedicó la siguiente frase a Las auroras de sangre de William Ospina: “Las auroras de sangre es un libro que está muy por encima de la literatura colombiana. Me costó trabajo adentrarme en su contenido por el asombro que me causa su prosa. Es una explosión. Con toda la sencillez del caso nos lleva por los versos de Juan de Castellanos, pero al mismo tiempo narra como si fuera un verso”.


Ospina, William. “Las auroras de sangre”. Editorial Bellacqua. Colección Documentos. Barcelona, 1999.

1 comentario:

ZAS dijo...

Ospina es uno de los mejores escritores colombianos actuales y para quienes quieran seguirle la pista, recomiendo su columna semanal en El Espectador.
Aquí, una muestra:

http://www.elespectador.com/columna-danza-de-fronteras