viernes, 21 de noviembre de 2008

El eterno aprendiz

El periodismo es una profesión distinta. A diferencia de las demás, el ser periodista requiere de una disposición a la apertura de diversos temas. La cultura general de un periodista es su principal herramienta, pues de ella depende que una nota o un reportaje cuenten con una mirada inteligente.

Un periodista que no está interesado en un tema, no es periodista. El oficio requiere de gente curiosa, interesada en todos los hechos que van construyendo el mundo en todos sus aspectos. Debe ser una persona que logre encontrar ese difícil equilibrio entre ver los hechos, interpretarlos y saberlos expresar a través de su medio.

Decía el periodista y escritor Ryszard Kapuscinski que los periodistas deben cruzar constantemente las fronteras, pero no sólo las físicas, sino también las del pensamiento e ideológicas. Ante este reto, el periodista se convierte en un aprendiz eterno, donde cada día debe especializarse en su profesión.



La materia prima del periodista es todo lo que le rodea. Es cierto que los diarios, la televisión e incluso la radio buscan darle un orden a ese caos que es la realidad dividiendo el periódico o los noticieros en secciones, e intentan, en algunos casos, que los reporteros cubran una fuente en especial. No obstante, la circunstancia de cada medio puede obligar a que los periodistas cubran fuentes distintas.

Los periodistas no deben dejarse llevar por la idea de que existen temas más importantes que otros. Un periodista que trabaja en espectáculos, cultura o deportes no es menos importante de otro que cubre la fuente política. Lo fundamental es que cualquiera esté preparado y dispuesto a cubrir cualquiera de ellas.

Al final, los periodistas somos seres extraños: realizamos acciones básicas, escribimos o hablamos. Intentamos saber de todo un poco. Somos eternos aprendices.

RECOMENDACIÓN: Para conocer la realidad de los periodistas migrantes lea http://espacio-goliarda.blogspot.com/2008/11/radiografa.html

viernes, 7 de noviembre de 2008

El precio de la noticia

El 11 de marzo de 2004 Madrid sufrió uno de los mayores atentados de su historia. En aquel momento, la versión Web del diario español El País permitía el acceso a sus noticias sólo a sus suscriptores, sin embargo, ante la gravedad de los acontecimientos, el periódico decidió abrir sus páginas a todos los lectores. Poco tiempo después los directivos de la publicación eliminaron los candados y dejaron que todos los internautas navegaran con total libertad.

El periódico REFORMA de la Ciudad de México, uno de los más importantes e influyentes del país, cuenta en la actualidad con un sistema de cobro para ingresar a sus noticias. El pasado 4 de noviembre de 2008 el Secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, falleció al caer su avión sobre una zona residencial de la Ciudad de México. En el suceso murieron 14 personas y decenas más quedaron heridas.

La importancia de la noticia ameritaba un tratamiento diferente a un día cualquiera, no obstante, el periódico mexicano no cambió un ápice su estrategia comercial. En ningún momento permitió acceder a los lectores, que no son sus clientes, a las diferentes noticias que se publicaban en tiempo real, ni a ninguna otra de aquel día.

En los últimos años del siglo pasado el internet se convirtió en el mayor medio de comunicación a nivel global, con permiso de la televisión. Fue entonces cuando los diarios vieron en la nueva tecnología a un aliado, pero también a un enemigo. Un aliado porque les daba la oportunidad de competir con la inmediatez de la televisión. Un enemigo porque había la posibilidad de que ellos mismos terminaran con el medio en papel. Este miedo motivó a los grandes periódicos del mundo a cobrar por leer sus contenidos en internet. Le Monde, El País, The Washington Post y finalmente REFORMA fueron algunos de los que se sumaron a esta estrategia.

Varias fueron las razones por las cuales estos diarios volvieron a abrir sus páginas en la red a todos los internautas. Por ejemplo, en el caso de Le Monde se debió a una profunda reestructuración a todos los niveles y que culminó en sólo cobrar por ediciones o contenidos especiales. El País, después del 11 de marzo, decidió dar otros incentivos a sus suscriptores. Y así, paulatinamente, a mediados de la primera década del Siglo XXI todos los periódicos ya habían abierto sus contenidos en la red, a excepción de REFORMA.

Más allá de las diferentes razones que pudieron tener los diarios para dejar de cobrar por ver sus contenidos, esa decisión demostró una doble confianza: en los lectores y en el diario en sí. Comprendieron que el internet era un medio tan distinto como lo es la radio de la televisión, y que contaba con unas características específicas que les permitía presentar en diversas formas la información que ya estaba contenida en el papel. El internet era un complemento del periódico en papel, el cual sigue siendo la piedra donde se sostienen todos los diarios más importantes del mundo, sin importar si caen las ventas. Los periódicos saben que siempre habrá lectores, llámenlos tradicionales o clásicos, que siempre volverán a una esquina a comprar el periódico. O llegarán sucesos extraordinarios que aumenten las ventas, como por ejemplo las filas en Estados Unidos por comprar el diario con la portada del triunfo de Barak Obama en las elecciones presidenciales.

México es un país de pocos lectores. Puede ser una razón, pero no tiene el peso suficiente para que REFORMA no haya abierto sus páginas el día de la muerte de Mouriño, o que dos días después del hecho hayan dado libre acceso al video con el discurso del Presidente Felipe Calderón ensalzando las cualidades del Secretario fallecido, pero había que pagar para ver otro donde se presentaban las grabaciones de la caja negra. Periodísticamente el segundo era de mayor interés que el primero.

De cualquier forma no se entiende cómo REFORMA sigue una política que en estos momentos podemos llamar anticuada. Puede ser que desea mantener sólo lectores de una cierta posición socioeconómica, aquellos que pueden pagar una suscripción, pero esta razón implicaría un olvido absoluto de los principios sociales del periodismo.

Tal vez en un tiempo no muy lejano REFORMA vuelva a tener la confianza en sí mismo, como la tuvo en sus inicios y que lo catapultaron como uno de los principales diarios de América Latina. Pero al día de hoy sus noticias (en internet) todavía tienen un precio.

domingo, 2 de noviembre de 2008

Las letras abiertas de América Latina

Cada vez que un autor joven latinoamericano da una conferencia o concede una entrevista es común que afirme dos cosas: que los escritores contemporáneos de la región ya no tienen nada que ver con el llamado Boom y que no han formado ni pertenecen a ningún grupo literario o generación.

Ambas afirmaciones las sustentan con el argumento de la existencia de un llamado ‘espíritu universal’ que rodea a los nóveles autores latinos, lo que los convierte en escritores camaleónicos, independientes uno de otro, capaces de relatar historias en cualquier parte del mundo y con personajes que ya no son latinoamericanos. La escritora cubana Wendy Guerra dice “heredamos la literatura de los años sesenta de nuestros padres. Reconstruimos con nuestra ‘filosofía barata y zapatos de goma’ a los pensadores alemanes, a sabios de Oriente, a los clásicos, los grafitos de los metros, la mítica popular. Cada quien arma un puzle de sus referentes y necesidades”.

Aunque esta visión universal está más que comprobada en distintas obras publicadas en los últimos 10 años, se corre el riesgo de caer en un cierto desdén hacia la literatura realizada a mediados del Siglo XX y que fue la que abrió las puertas hacia nuevos lectores, en especial europeos, los cuales se sumergieron por primera vez en los relatos de aquellas tierras, en muchos casos todavía desconocidas para ellos. Lo que hicieron autores como Carlos Fuentes, García Márquez o Vargas Llosa, fue exactamente lo mismo que hicieron Faulkner o John Kennedy Toole: relatar a partir del entorno que les rodeaba, sin la necesidad de hacer cruzar el mundo entero a sus personajes para que su literatura sea considerada universal.

Por desgracia, en el ámbito editorial europeo, especialmente el español, aún existe la idea de que lo único que puede vender un escritor latinoamericano en el Viejo Continente es ‘Realismo Mágico’, lo cual es un error al observar la calidad de las obras realizadas en años recientes, además de la gran variedad de temas que tocan cada una de ellas. Por este motivo es comprensible que los nuevos autores latinoamericanos supliquen que ya no sean comparados con los escritores de antaño y les den la oportunidad de mostrar esta nueva visión latinoamericana.

De esta manera, la literatura latinoamericana se ha tenido que abrir un hueco en el mundo casi a codazos. Por un lado, un mundo que parece que sigue (o quiere seguir) viendo a América Latina como una región salvaje y rural, mientras los jóvenes escritores latinos piden a gritos que se tomen en cuenta sus obras que nada tienen que ver con aquello. Finalmente parece que los latinoamericanos seguimos condenados (y tal vez obsesionados) con la falta de una identidad propia.

Tal vez la solución es demostrar que los modelos no existen, que todo es un proceso. Que las letras latinoamericanas de hoy realizaron un camino que inició hace muchos años en las tierras de los dictadores de Asturias y Carpentier, que continuaron su andar por Macondo, pasando luego por la región más transparente, hasta cruzar toda el continente desde el sur hasta llegar al extremo norte o cruzaron el Atlántico en busca de nuevos horizontes. Y así, la literatura latinoamericana, tanto la ‘regionalista’ de antaño como la ‘global’ de hoy, es tan universal como cualquier otra del mundo.