domingo, 2 de noviembre de 2008

Las letras abiertas de América Latina

Cada vez que un autor joven latinoamericano da una conferencia o concede una entrevista es común que afirme dos cosas: que los escritores contemporáneos de la región ya no tienen nada que ver con el llamado Boom y que no han formado ni pertenecen a ningún grupo literario o generación.

Ambas afirmaciones las sustentan con el argumento de la existencia de un llamado ‘espíritu universal’ que rodea a los nóveles autores latinos, lo que los convierte en escritores camaleónicos, independientes uno de otro, capaces de relatar historias en cualquier parte del mundo y con personajes que ya no son latinoamericanos. La escritora cubana Wendy Guerra dice “heredamos la literatura de los años sesenta de nuestros padres. Reconstruimos con nuestra ‘filosofía barata y zapatos de goma’ a los pensadores alemanes, a sabios de Oriente, a los clásicos, los grafitos de los metros, la mítica popular. Cada quien arma un puzle de sus referentes y necesidades”.

Aunque esta visión universal está más que comprobada en distintas obras publicadas en los últimos 10 años, se corre el riesgo de caer en un cierto desdén hacia la literatura realizada a mediados del Siglo XX y que fue la que abrió las puertas hacia nuevos lectores, en especial europeos, los cuales se sumergieron por primera vez en los relatos de aquellas tierras, en muchos casos todavía desconocidas para ellos. Lo que hicieron autores como Carlos Fuentes, García Márquez o Vargas Llosa, fue exactamente lo mismo que hicieron Faulkner o John Kennedy Toole: relatar a partir del entorno que les rodeaba, sin la necesidad de hacer cruzar el mundo entero a sus personajes para que su literatura sea considerada universal.

Por desgracia, en el ámbito editorial europeo, especialmente el español, aún existe la idea de que lo único que puede vender un escritor latinoamericano en el Viejo Continente es ‘Realismo Mágico’, lo cual es un error al observar la calidad de las obras realizadas en años recientes, además de la gran variedad de temas que tocan cada una de ellas. Por este motivo es comprensible que los nuevos autores latinoamericanos supliquen que ya no sean comparados con los escritores de antaño y les den la oportunidad de mostrar esta nueva visión latinoamericana.

De esta manera, la literatura latinoamericana se ha tenido que abrir un hueco en el mundo casi a codazos. Por un lado, un mundo que parece que sigue (o quiere seguir) viendo a América Latina como una región salvaje y rural, mientras los jóvenes escritores latinos piden a gritos que se tomen en cuenta sus obras que nada tienen que ver con aquello. Finalmente parece que los latinoamericanos seguimos condenados (y tal vez obsesionados) con la falta de una identidad propia.

Tal vez la solución es demostrar que los modelos no existen, que todo es un proceso. Que las letras latinoamericanas de hoy realizaron un camino que inició hace muchos años en las tierras de los dictadores de Asturias y Carpentier, que continuaron su andar por Macondo, pasando luego por la región más transparente, hasta cruzar toda el continente desde el sur hasta llegar al extremo norte o cruzaron el Atlántico en busca de nuevos horizontes. Y así, la literatura latinoamericana, tanto la ‘regionalista’ de antaño como la ‘global’ de hoy, es tan universal como cualquier otra del mundo.

1 comentario:

ZAS dijo...

El tema de la identidad tiene que ver mucho con los arquetipos y los estereotipos. España está empeñada en ver una América Latina "surrealista" y hasta exótica y América Latina no puede permitirse leer a autores españoles desparpajados o irreverentes. Cree que la España grande y señorial (que aún conserva en su memoria colectiva) debe quedar reflejada también en su literatura. Así que, mientras no rompamos tópicos, no podremos emprender la lectura bidireccional de nuestras culturas. Ni los latinos estamos llenos de colorinches ni los españoles son todos monárquicos.